miércoles, 21 de septiembre de 2011

Es sólo una luna de papel.


"(Rose) called and said, 'We need a song here for guy who's a Coney Island barker. A very cynical guy who falls in love and finds that the world is not all Coney Island-- not papier mache and lights and that sort of gaudy stuff. But it's got to be a love song.' Well, I tried to think of a cynical love story, something that this kind of a guy would sing. But I could never really be cynical. I could see life in all its totality, its reality."

-Max Wilk.

Mira los carros que transitan la avenida, conducidos por seres a los que, a su vez, los conduce la inercia. ¿Crees que esas personas deseen detenerse y abandonar el carro y abandonar su vida y abandonar la ciudad e, incluso, abandonar el mundo? ¿Tú qué opinas? Míralos: ojos desgastados, ojeras grasosas, maquillajes que no me ocultan nada y de seguro tampoco a ti. ¡Los edificios a nuestro alrededor! ¡Obras arquitectónicas del ingenio humano, para albergar a estas personitas iguales a las que quisieran bajarse del carro en este momento, mientras el semáforo esta en rojo! Stop. Detente. Arretez-vous. Todos los que estamos aquí, tumbados en las escaleras de esta catedral vivimos pensamientos similares: te lo puedo apostar. ¿No quieres? Bien lo sabes: sabes lo que se esconde en nuestras cabezas y en las cabezas de estos humanitos que juegan a ser anarquistas, metalheads, hardcores, bohemios, artistas itinerantes: todos se tornan así porque la vida que les rodea (la ciudad, los carros, los edificios), no les complacen. ¿Te lo imaginas? El colmo del ingenio humano, del Progreso, y estos humanitos se encuentran en contra de eso. ¿Qué desean? Mira, mira, veamos un simple caso. Concentrémonos en uno solo. ¿Ves al de pelo verde, por ahí? Sí, el delgado. Ese muchacho ha pasado por muchas cosas: para él la realidad es un martillo que le golpea de vez en cuando, por más que intente escapar. Un segundo siente que las cosas están bien, y otro no. Un segundo piensa, busca encontrar razones, busca la lógica pero se topa con la pared del Caos. Intenta explicarles a las personas que quiere cuán absurdo es tanto sufrimiento innecesario en este mundo. Entonces, llega un momento en que decide: este mundo es basura, nada de lo que me ofrece sirve: estas personas no llegan a ningún lado, y decide sacar el único revolver que todos tenemos contra la realidad: el sarcasmo. Se vuelve un sofista, se vuelve un anarquista. Se envuelve y aletea en el Caos que le rodea. Aún sigue sin estar contento. Por más que decide no amargarse y envolverse en las reglas desconocidas que rigen al mundo, lo único que logra es chocar más con este. Y conoce a una chica. Una chica envuelta en el caos de la realidad: para ella, si el Apocalipsis fuera mañana, la alegría colmaría su corazón. ¡Perfecto!, dice esta chica, ¡al fin puedo descansar! Osease: ambos son seres que no creen que el mundo sea un inmenso jardín de rosas. Ambos son igualitos. ¿O dime: tú crees que sólo los opuestos se atraen? Debe convencerla, decirle que el mundo no estaría tan jodido si estuvieran juntos. Un día salen, caminan por estas calles inmundas, observan el cielo, observan arboles, observan parejas caminando en sentido contrario; oscurece y el muchacho este ya no sabe qué decirle, con qué palabras conmoverla, esta a punto de darse por vencido cuándo viene un recuerdo a su cabeza: es sólo una luna de papel, dice pasándole un brazo por la espalda, navegando sobre un océano de cartón, pero todo sería real si creyeses en mí. Y repitió el verso una y otra vez: una traducción pésima de una vieja canción de jazz. Pero todo sería real si creyeses en mí; pero todo sería real si creyeses en mí; pero todo sería real si creyeses en mí. ¿Lo imaginas? Son las palabras de un cínico, las palabras de alguien que de pronto se le ocurre disparar contra la vida, contra la humanidad, contra la historia e, incluso, contra la realidad, pues ya nada tiene sentido. ¿Lo imaginas? Y la chica lo sabe y se ríe: sí, si quiero creer en ti. ¿Pero quién es él, se pregunta? ¿Qué es?

Nadie.

Y los dos aletean sobre la luna de papel y las calles pintadas con acuarelas, y los arboles de brócoli seco, los edificios de cartón y cinta, el rio de papel mache. Nada de eso existe, pero no les importa.

¿Y qué esperaban de las personas?

Nada.

Más ambos sabemos que la luna de papel, meciéndose sobre un mar de cartón, no es de ese hipster de pelo verde. Es nuestra luna. La luna que aparece todos los días sobre la ventana, que en cualquier momento podríamos arrancar del fondo.

¿Y qué simboliza esa luna?

Que crees en mí.

Aunque no sé porque deberías hacerlo si, quizá, no soy más que un chico de papel.

domingo, 28 de agosto de 2011

Escapar es el horizonte.

Los señalamientos me susurran cuantos kilómetros me han separado de él.
Que muera ahogado en su propio vomito, que sucumba en el suelo víctima de un infarto, que lo asesinen en el descontrol de un asalto; no espero menos de eso para la conclusión de su vida: sería la justicia perfecta. Aunque no debería esperanzarme en la justicia, así cómo él no debería haber irrumpido a media noche en mi habitación, los peluches rodeándome, los relojes apáticos mirándome con sus números fluorescentes sin detener el tiempo: deténganse, quería gritarles, deténganse, pero sólo podía inundar mi cara de lágrimas que se mezclaban con la baba de su boca.
Ojalá le caiga le caiga un edificio encima. Ojalá sienta el cemento partirle el cráneo, ojalá quede sepultado entre los escombros…Ahora pienso que no debí haber estado sola en la casa, no debí haber querido ser coqueta incluso en la soledad, no debí haber usado esos vestidos…Los números fluorescentes del reloj mirándome, está amaneciendo, esperando que despierte, el sol asoma un ojo tras las colinas, los peluches guardines inservibles a mi alrededor; una cama que tiene su olor alcohólico, una habitación que ya me recuerda a él, una plática llena de indirectas en el desayunador…
Y ahora solo queda el horizonte que se traga la carretera, ahora mi única pertenencia es este coche que me libera; ahora no hay regreso ni Cassandra en mi interior: sólo quedan restos de una chica fragmentada por el hombre que la concibió, intentando olvidar los números fluorescentes, buscando el horizonte.

jueves, 14 de julio de 2011

Examen

Los minutos se consumen mientras escribo estas palabras: minutos que serían útiles para estudiar para mi examen, en esa materia en la que ya doy patadas de ahogado. Y digo patadas de ahogado porque me encuentro condenado a la mala calificación, pero hay algo ahí, llamémosle esperanza, que me impulsa a dar una patada o un braceo: esperanza inútil (¿cuáles esperanzas no lo son, la mayor parte del tiempo?). He intentando todo: racionalizar los conceptos, deducir los espacios en blanco de los espacios conocidos y no he logrado más que ver con más bruma toda esa información irracional que debería comprender. Es una materia medular: es decir, el contenido de la materia se alimenta de la mayoría, sino es que todas, las otras materias que he llevado en la carrera. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de la carrera (salvo un caso único), me la he pasado indagando en otros derroteros (mi mismo, el mundo a mi al redor, las personas cercanas a mi, la realidad en sí), podremos, quizá, entender el meollo del asunto. Estoy con el agua hasta el cuello y espero aún que se de un cambio. ¿Gritos de auxilio a la divinidad? No lo creo: primero porque soy el santo patrono de la negación, segundo porque aunque existiera un Dios y estuviera ahí arriba, no le pediría ayuda. No por orgullo (¿qué me importan a mí el orgullo, la vergüenza?), sino por qué quemar un cartucho que puedo usar después, con algo tan trivial como una materia. La razón de que tenga el agua hasta el cuello, de que vea la información ofuscada y la respiración se me acorte es la incertidumbre de no saber qué puede ocurrir con el cambio a la otra escuela si repruebo la materia. No es la materia en sí: es las consecuencias que puedo tener. Y, como siempre, el futuro no es más que un campo minado en el cual puedo o no perder una pierna.

lunes, 20 de junio de 2011

Corazón te vi: ya no me engañas…(Ejercicio)




…dices que lo perdiste y no lo extrañas.
-Enjambre.

Tu hogar es pequeño, acogedor y sobrio, sin adornos caros o extravagantes que enturbien la visión de quienes te visitan: el vivo reflejo de tu alma placida y apática, por desgracia. Y digo por desgracia ya que el miedo al mundo caótico fuera de esas paredes, te orillaba a tener escondido tu musculoso y palpitante corazón, lejos de mi alcance. En medio de las sombras azules, pegado a ti bajo las húmedas sabanas, estaba consciente de eso. Tu sonrisa fría y tu mirada de arlequina incluso me orillaban a creerte lo que me acabas de decir. Hace mucho que yo no tengo corazón, susurraste cerca de mi rostro, mientras te frotaba la mejilla; me fue arrebatado hace tanto que ya no recuerdo lo qué es. Gracias a mi capacidad de intuición o a alguna esperanza monomaniaca, cavilé que no debía ser así: de seguro lo tenías guardado en algún lugar a la mano, dónde pudieras observarla cuándo, asqueada de la vida, ocuparas recordar lo que alguna vez fuiste. Y esta intuición, o este deseo irrazonable, me orillaron a la búsqueda.

Antes de levantarme, ya tengo una lista de posibles lugares. En cuanto te duermes me pongo el pantalón y, con cuidado, abro los cajones de tu buró. Tu ropa interior y demás pertenencias intimas se dibujan en la oscuridad, más no hay ningún musculo sangrante. Me fijo debajo de la cama. En el armario, con la luz lechosa que arroja la luna por la ventana, reviso hasta detrás de las telarañas y debajo de los conejos de polvo. Debe estar en algún lado, me doy ánimos. Convencido, finalmente, de que no encontraré nada en la recamara, paso a la sala, dónde ya puedo encender la luz. Me siento unos segundos en el sillón. Esta casa es un fiel reflejo de su alma, reflexiono, dónde se respira en cualquier rincón tu profundo, inexorable, plácido, intemporal y acústico carácter e, incluso tu casual melancolía: me aferro a la idea de que no puede haber melancolía en un lugar sin vida. Cierro los ojos y agudizo el oído con la esperanza de llegar a escuchar algo: al percibir un latido casi mudo, tan pequeño que a duras penas llegaba a mis oídos, me pongo eufórico. Un alma tan meticulosa, se me ocurre, no va a guardar algo tan preciado en un lugar cualquiera; así que me tiro al piso y comienzo a golpear con una moneda todos los azulejos de la sala y la cocina, por si hay alguno suelto. Al terminar, vuelvo a la habitación y gracias a inspeccionar el resto de la casa, no ocupo hacer mucho ruido para darme cuenta que los azulejos del cuarto estaban intactos. Regreso a la cocina, sacó una cerveza de la nevera y me siento en el comedor, sosteniendo la cabeza con mis manos en mis manos, intentando pensar con los ojos cerrados. Ahí sigue el latido. ¿Qué te habría pasado para necesitar esconder tu corazón con tanta seguridad y astucia? La vida es impredecible y cruda, bien sé yo, sin embargo tenías una fijación casi patológica a evadir ahondar demasiado en tu pasado: ya fuera en nuestras salidas o las previas noches que venía a tu casa a cenar o acostarme contigo…Es decir: compartía tu tiempo, tu espacio, pero no tus sentimientos: imagino un pequeño ratón asustado, intentando protegerse en alguna esquina. Un poco triste, de nuevo recorro: si esta no fuera tan sobria, tan falta de adornos superfluos, habría más opciones pero, siendo a como era, todo luce más desolado.

Siento que las opciones se han agotado. ¿No habría imaginado ese tenue latido? ¿No serían mis esperanzas tan profundas que me llevaran a un estado de alucinación? Vivo unos días en la abstracción: al salir al cine o a algún restaurante intento escudriñar en lo más profundo de tu mirada arlequina y descubrir el lugar dónde el corazón estaba escondido. Jamás funciona: de la misma manera que, sin conocer la combinación, jamás se podría abrir una caja fuerte con algo que no fuera dinamita…Empiezo a ejercer la memoria igual que a un musculo: invocó conversaciones viejas casi en su totalidad: tu vida es un rompecabezas ancestral y desgastado, del cuál tengo fragmentos que uno poco a poco, con cuidado, con la misma curiosidad de un arqueólogo: aquí esta la historia de la cicatriz del brazo, acá sobre la chica que inventaba rumores de ti en el bachillerato, por allá conversaciones con Ana, Marco, Francisco en restaurantes o cafés: esas personas que irremediablemente alteraron el curso convencional de tu vida. Incluso, hechos más tristes: como aquel hombre que durante años jugo con tus sentimientos o el día que murió tu padre; siempre atento ante cualquier objeto que hubieras movido, ante tu humor al acercarte a ciertas zonas de tu casa e incluso las miradas de reojo que proporcionabas a las paredes: todo con la intención de encontrar la piedra angulas de las pistas, que me conduciría al escondite.

Hasta que una noche, acostado en tu lecho, pensando en la armonía del reflejo las distintas partes de tu casa con su dueña, entre el insomnio y las penumbras azules y lechosas de tu habitación, me doy cuenta que jamás me habías permitido acercarme al refrigerador: si proponía preparar la comida, me decías no te molestes, realmente adoro cocinar. ¿Cómo puedo haberlo pasado de largo? Me dirijo al refrigerador sin encender ninguna luz y primero reviso cada centímetro del congelador; después la canasta en que tienes las carnes frías; y, desesperándome al no encontrar nada, me abate la impotencia. Esta aquí, me digo, puedo escuchar el latido apenas audible saliendo de algún lugar del refrigerador; de pronto abro el contenedor de las verduras y, al fondo, junto a la bolsa de limones, descubro una casi imperceptible mancha café; saque los pepinos resecos, los tomates podridos, la cebolla oxidada y al final queda en la bandeja una bolsa ensangrentada, un bulto tinto del tamaño de mi puño que se comprime y se expande, se comprime y se expande.

jueves, 5 de mayo de 2011

Gritos entre el silencio. (Gulag orkestar, Beirut)


They call it night,
they call it night
and I know it well.
-Beirut.

Mañana voy a morir, mañana vamos a morir. Caminamos entre las tiendas y sentimos por última vez el lodo en nuestros callosos pies, los soldados nos miran riendo como hienas y nos escupen el tabaco al rostro: es maravilloso que aún nuestra piel pueda sentir algo, aunque sea viscoso y grotesco. Moriremos mañana pero nuestros gritos permanecerán en el mundo, ecos hirientes que navegaran entre las estrellas y entre los hombres por las noches. Nos reunimos, hace unos minutos, a mirar las estrellas. ¿No son maravillosas?, comenta un anciano: Dios nos espera ahí. Dios nos ha abandonado, comenté yo, ¿si no por qué más estaríamos aquí? Nadie dijo nada: de alguna manera ya lo intuían, y sí no, vaya falacia mental. ¿Saben qué es la noche?, dijo otro hombre, que alguna vez fue profesor universitario, nadie respondió, la noche es la ausencia de la luz solar: el universo sempiternamente es la noche, es el silencio, aún así hay pequeñas esferas en ciertos puntos que iluminan y nuestro alabado sol es una de ellas: la gente le llama noche pero realmente es la eternidad, la eternidad pura y sin fraudes como el día; quiere decir algo más, aunque calla: de alguna manera sabemos que quiere decir: cuándo el engaño regrese a iluminar el día, cuando los cuervos vuelvan a surcar el cielo graznando, nosotros ya no seremos más que una pila de cadáveres. Mañana vamos a morir y nuestro último consuelo habrá sido mirar la eternidad, antes de convertirnos en humo vengativo saliendo de la chimenea.

viernes, 22 de abril de 2011

Honor a quien honor merece.



(Esta imagen no me pertenece. Fue diseñada por Jorge Pinto, creador del comic Bunsen)

domingo, 10 de abril de 2011

Examen de Cassie.

Cansado de cosas literarias, me dí a la tarea de buscar esta escena en Youtube. Disfrutenla, es de un programa ingles llamado Skins.