lunes, 10 de marzo de 2014

Querido Truman Capote.



A veces asisto a un club en el que proyectan películas y el otro día vimos Annie Hall, de Woody Allen. Ya sabrás para dónde quiero ir, supongo, a la escena del parque, pero es que lo que quiero contarte es que cuando Allen menciona tu nombre y tú pasas frente a la pantalla, yo no te reconocí, carnal. Discúlpame, andaba medio metido en la película.
Y es que el hecho de que lleves casi treinta años muerto, no importa mucho. He leído la mayoría de tus libros, y por supuesto estos me han devastado. Algunos en mayor medida.
Por ejemplo, el cuento de "Hola, desconocido", de Música para Camaleones, me recordó a un poema de Bukowski (y es suficiente para hacer a un hombre llorar), y me recordó a tu otro cuento, ese que Cortázar disfrutaba tanto, "Un recuerdo de Navidad".
No debo olvidar cuando, estando en Xalapa, leí también "Una luz en la ventana".
¿Crecer en el campo del gótico americano te influenció mucho, verdad? Esas praderas repletas de personajes de Faulkner, donde las personas no son ni leídas ni estudiosas, sino dedicadas a vivir bajo los conceptos que lo rodean: matrimonio, trabajo, Dios, sin complicarse por los grandes problemas de la vida.
Y resulta que por ahí siempre hay alguien diferente. Y ese diferente, a fin de cuentas, provoca estragos.
En "Otros voces, otros ámbitos", es Randolph quien posee esa extrañeza, esa delicadeza y cultura que los personajes a su alrededor admiran, porque creen que jamás serán poseedores de esta. (Cómo me gusta la frase de Randolph: Pero, mi querido, tan pocas cosas se completan... ¿qué son la mayoría de las vidas sino una serie de episodios incompletos?)
En "A sangre fría", por otro lado, pareciera que Perry Smith no tenía posibilidad de redención. Ni siquiera con Hichcock, que según era su amigo. No, Perry Smith era un alma incomprendida, quizá un poeta maldito, y quizá la muerte fue lo mejor que le pudo pasar. Tú lo conociste, Truman, tú te carteaste con él y conversaste, imagino, de todo lo que se podía imaginar y, según los rumores, hasta te enamoraste de él.
No creo que te enoje que crea en los rumores, después de todo eras tú quién decía que toda literatura era rumor.
En fin, hace ya varios años que te marchaste y aún te recordamos. Fuiste un personaje pelicular, diste tanto de qué hablar. Tanto en la literatura como en la farándula. Uno de los grandes autores americanos, con una sensibilidad impresionante. A veces me da la impresión de que no sólo se te debería de recordar por escribir una famosa, y envidiable, novela periodística.

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