sábado, 22 de marzo de 2014

La fantasia, lo fantastico y otras perversiones.



Venga, estimado lector, y observe mi nuevo y brillante dragón. ¿Acaso no se ve tan sano, acaso sus alas no se ven tan llenas de fuerza?
Bueno, eso es lo que yo le diría si tuviera un dragón.
Pero en la realidad los dragones no existen. Mire, estimado lector, se puede pensar que muchos animales mitologicos parten de la mala observación, de la malinterpretación de testimonios o de la ignorancia presente en tiempos antiguos, igual que en el presente. Más, habría que pensar otras cuestiones, y aún sin sumergirnos hasta el fondo del lago de pirañas, ¿cuando algo es fantasioso, cuando es fantastico, y cuando, por ejemplo, obedece al orden de lo realista mágico? Porque míreme a los ojos: ha oido los tres términos, a mi no me engañe.
Piense en fantasía y, sin lugar a dudas, lo primero que le viene a la mente es J.R.R. Tolkien. Piense en lo fantástico y, de seguro, no le vendrá nada a la mente; aunque, por ejemplo, le puedo yo hablar de un cuento de Julio Córtazar llamado Carta a una señorita en París, sobre un hombre que vomita conejitos. Pero, eso sí, piense en Realismo Mágico y no pensará sino en García Marquez, quizá incluso relacione a Juan Rulfo.
Para empezar, partamos con una premisa, que es la fantasía, como idea atómica, como elemento de inicio. Un dragón, por ejemplo, este dragón del que le hablaba. En una historia fanstástica, el dragón aparece y modifica la realidad que lo rodea, preguntese, por ejemplo, ¿cómo se altera la vida cotidiana, la realidad inmediata, si existen dragones, cómo se altera la biología? Altera el mundo que lo rodea, así que es un elemento fastástico, diferente a la fantasía. En la fantasía, que también es llamada la teoría de los mundos posibles, la realidad inmediata es diferente y sigue otras reglas, pueden ser pocas o pueden ser infinitas, y no se parece en nada a la que vivimos; por lo general estas epopeyas pueden tener algo de infantiloide, en el sentido, estimado lector, de que las historias tienen alguna moraleja central y los conflictos sucitados entre los personajes no son lo que podríamos denominar conflictos adultos. Aquí los dragones son la ley, su existencia convive en existencia con la de la sociedad, y ambas, a su vez, están subordinadas a otras reglas, a otras fantasías. Y demás. En el realismo mágico, contrario a la fantasía, la realidad, como dice el nombre, es mágica. Lo fantástico no llega a ser una consecuencia natural de esta realidad alterada de base, ni tampoco es lo que llega a transformarla: en realidad no provoca nada, es parte de la pintura, y puede tener la función de un simbolo, de una representación. Piense, por ejemplo, en las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia.
Lo justo sería, por supuesto, decir que ninguna clasificación es mejor que otra; no sobran, por supuesto, quienes rebajen a la fantasía, por ejemplo, a género menor, a género limitado o de adolescentes, pero como decía el buen Jorge Luis Borges, en el prólogo a Crónicas Marcianas de Ray Bradbury: Toda literatura (me atrevo a contestar) es símbolica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo “fantástico” o a lo “real”, a Macbeth o a Raskolnikov, a la invación de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión en Marte.

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