Estimado lector, venga, ¿cuándo fue la última vez que nos vimos? Vaya
que tiene usted razón, ya me había olvidado de la publicación anterior. Si
supiera. El azar me llevó a pasar una temporada en Varsovia, bella ciudad en
ruinas. Antes de contarle quisiera preguntarle: ¿ya ha leído usted a David
Toscana? Viera, tiene novelas muy impresionantes. ¿Conoce Santa María del Circo, Los puentes de Koninberg, El último lector?
Uy, no sabe qué se está perdiendo. Pero bueno, ese no es el tema: el tema ahora
es la Varsovia de la postguerra y Toscana. ¿Qué si cómo es Varsovia? Pues no sabría mucho
decirle… Por supuesto que no: se tomó muy literal lo de pasar unos meses en
Varsovia. Qué ingenuo es. Debería de tener cuidado, no vaya a meterse en
problemas. ¿No desea un vaso de vodka? ¿Está enojado? No se tome las cosas tan
enserio, mire, mejor beba vodka y verá que así se sentirá más contento.
Sin embargo, quizá pueda responder un poco a su
pregunta. Varsovia, al menos la Varsovia de la que Toscana habla en su libro,
es una ciudad en ruinas: hay cientos de edificios destruidos, hay otro tanto de
abandonados, hay escritores buscando novelas perdidas, hay barberos con patas
de palo. Es una ciudad a la que el diablo se llevó. Y viera, más impresionante todavía
resulta que entre los escombros de los bombardeos aparezcan cuatro personajes
decaídos, dispuestos a disfrutar ese gulag. Sus nombres son Feliks, Ludwik,
Kazimierz y Eugeniuz. El primero es dueño de una tienda de rapiña, dónde se
venden objetos que le venden los soldados en su paso por la ciudad. Kazimierz
es un desdichado que vive en un apartamento cuyos dueños sabe jamás regresaran,
al lado de una mujer que espera a otro hombre. Eugeniuz es un monje que, harto
del monasterio, se va con sus tres camaradas a acabarse el vino sagrado. Y
Ludwik es un sepulturero, que jamás ha sido un deudo. Ahí los viera a los
cuatro, caminando entre los escombros de edificios, jarra de vodka en mano,
reconstruyendo bares, salones, historias mediante los juegos de la imaginación.
Y todo con la única e invariable razón de disfrutar el alcohol. Viera, mi lector
estimado, lo bella que se pone Varsovia a través de sus ojos, a través de sus
juegos.
Aquí le dejo, por si le interesa, el blog de
Toscana: http://toscanadas.blogspot.mx/
Debería visitar Varsovia. Sin lugar a dudas, quizá
hasta se sienta más imaginativo. ¿Quiere más vodka? ¿Ve? Le dije: el alcohol lo
cura todo. Un brindis, lector estimado, por la Varsovia destruida.
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