(Fahrenheit 451, Ray Bradbury)
Ray Bradbury ha
regresado a Marte, su planeta natal, después de casi noventa y dos años de
realizar experimentos con los humanos; durante su paso por la Tierra construyó con
imaginación e inteligencia una red inmensa de libros poblada de árboles de
calabazas, detectives privados, viajes en el tiempo, terrestres colonizando
Marte, hombres con tatuajes e incendios.
Fahrenheit 451
es su novela más conocida y la más fácil de conseguir. Muchos afirman que trata
sobre el problema ético de la censura; Bradbury mismo lo niega y afirma que
habla sobre el peligro de la televisión. Pero tampoco habla de eso. Habla de
los incendios, primordialmente del fuego. Un personaje de la novela explica la
situación: ¿Qué hay en el fuego que lo
hace tan atractivo? No importa la edad que tengamos, ¿qué nos atrae hacía él?
Es el movimiento continuo, lo que el hombre siempre quiso inventar, pero nunca
lo consiguió. O el movimiento casi continuo. Si se le dejara arder, duraría
toda nuestra vida. ¿Qué es el fuego? Un misterio. Los científicos hablan mucho
de fricción y de moléculas. Pero en realidad no lo saben. Su verdadera belleza
es que destruye responsabilidad y consecuencias. Si un problema se hace
excesivamente pesado, al fuego con él.
Dando
referentes clásicos (porque ahora hay una gran literatura cimentada en ese
tema), a la manera de 1984 y Un mundo feliz, Bradbury construye un
futuro distopico dónde los bomberos ya no trabajan para apagar incendios, sino
para provocarlos: los libros son gritos que se contradicen entre ellos y la
contradicción lleva a la desdicha, y en ese mundo se debe ser feliz. ¿Nietzche
dice que Dios ha muerto? Al fuego Nietzche y la Biblia. ¿Gandhi y Hitler
discuten por qué es mejor: la paz o la guerra justificada? A la hoguera ambos.
Guy Montag, miembro de la brigada de bomberos, disfruta bañar de petróleo a
tantos personajes, luchadores, filósofos y poetas; evade pensar en los intentos
de suicidio de su esposa, quién pasa todo el día en el cuarto de televisión, dónde
vive a través de tres pantallas. Montag se dice a sí mismo que constituye un
placer especial ver ennegrecerse a las cosas.
Cuando
una adolescente de diecisiete años y loca (mi
tio dice que ambas cosas siempre van juntas; cuando la gente te pregunta la
edad contesta siempre diecisiete años y loca) llamada Clarisse aparece en
su rutina diaria, Guy Montag empieza a recordar que hay un mundo que no depende
de los bomberos, ni de la televisión: que todas las noches está la luna en el
cielo, la hierba está cubierta de rocío en las mañanas y que los bomberos
fueron creados para apagar incendios.
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