Dibujo que hice esos días. Un asco de dibujo, lo sé.
No fue la mejor de las amistades,
tampoco fue la peor de las amistades. En realidad, podríamos decir que se
resume a un día. No, a una noche. Estábamos Camila, Tania, Daniel, tu y yo caminando
por Xalapa y recuerdo muy bien que Tania y yo nos pusimos a bailar y cantar en
la catedral, y que recorrimos las calles del centro buscando, ya no sé si
buscando convivir o simplemente atentar contra la monotonía. Recuerdo el diente o hueso o lo que sea que
haya sido esa escultura que encontramos entre puentes y plazas. Entramos a
aquel café-bar con las mesas cubiertas de papel y el vaso de crayones y
estuvimos haciendo nuestras obras de arte, y recuerdo que compartimos cigarros
y reímos, y hablamos de libros y música. Si te soy sincero, me desesperaban tus
problemas de memoria ram. Olvidabas las pláticas a los diez minutos de
ocurridas, siempre disculpándote. Me irritaba que lo hicieras, supongo que no
ocupabas hacerlo. Recuerdo muy bien eso, Gerardo, porque para mí hay un antes y
un después de Xalapa, tanto creativa como empíricamente, y discúlpame si no
puedo hacer esto un poco más artístico, un poco más literario, pero es que creo
que el arte y la literatura terminan dónde empieza la realidad. La realidad
amarga, acartonada y cruel. Y en realidad, también, tampoco me había decidido a
escribir nada sobre ti. Por un lado porque todos ya lo hicieron, ¿qué tenía por
añadir yo? Y por otro porque vivo demasiado desconectado de los del curso. No fue la mejor de las amistades pero tampoco
fue la peor de las amistades. Simplemente nos conocimos dos semanas, y luego
nos alejamos. Descansa en paz, carnal.
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