domingo, 9 de agosto de 2009

Un sábado en la noche, un domingo en la mañana.


Disloca el tiempo estar un sábado en la noche, más bien un domingo en la mañana, en sus primeras horas, intentando organizar un cuento que realmente pareciera querer cobrar vida, querer machacar a un lector como si fuera un ente vivo; y que no paresca que es sólo un intento más de un joven por aparentar escribir una buena historia. Pasar de la intención a los hechos.

Es curioso ver los trabajos de los demás, ya sean desconocidos idolatrados o no o ya sean amigos lejanos, sean poemas o sean narracciones, y no encontrar, a veces por falta de concentracion o de conocimiento, los errores que uno mismo encuentra a lo propio. Como si les resultara a ellos mucho más facil lo que a uno le rompe los huesos. Como, pondré de ejemplo esto, un cuento que anoche descubrí entre viejas carpetas en mi computadora, de esas que ya buscan parecerse a las fisicas esparcidas por todo mi escritorio, un cuento escrito a principios de año sobre una fiesta eterna, al que, al principio, no encontraba el gran error, sin descubrir, como ayer, apesar de no haber estado en mis cinco sentidos: había tomado; desde el mero punto de la idea el error: no puede existir una fiesta eterna, toda fiesta es una interrumpción de la rutina. No puedes volver a una fiesta una rutina.

Eso es lo que le mantiene la mente trabajando a uno por las noches: el ver que hace cuatro, cinco meses, eso no lucía como ahora luce y que, quizá, tenga arreglo: quizá no bastaría más que un replantamiento de ideas para arreglar el cuento. Por que la idea de una fiesta eterna suena a cuento fantastico, pero hasta lo fantastico tiene ciertas reglas, explicitas e implicitas, asi como los cuentos tienen sus propias reglas y este fue mi problema: no supe aprovecharm de esa convinacion de reglas y crear algo cuyo error no pudiera detertar cinco o seis meses más tarde.

Y es, quizá, cuando me pregunto si la historia me sigue llenando, como lo hizo en su momento. Cuando me pregunto si fue un producto de una necesidad verdadera, que hasta este momento continua, o producto de un capricho, de un derroche de tecnica y recursos innecesarios. Cuando me pregunto si el cuento merecerá ser revaluado.

Esos son problemas que dislocan el tiempo un domingo, en las primeras horas. Problemas que para otros parecen inutiles, tiempo malgastado. Como para mi parecen los de ellos.

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